En el centro de un laberinto de callecitas que se ocultan tras una principal, había un acceso a un sótano. Estaba siempre lleno de un perfume dulce y misterioso como el que se siente cuando las panaderías chinas hacen galletas. A través de sus paredes pintadas de rosa eléctrico solían escucharse gritos histéricos. Una vieja barra de billar y tres grandes máquinas de coser.
A este lugar que parecía un escondite lo llamaban "El Atelier".
jueves, 5 de agosto de 2010
Luck #3
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